miércoles, 30 de octubre de 2013

RESPUESTA - 30 de octubre - PASEANDO POR SEVILLA

Existe en Sevilla una pequeña capilla que pasa desapercibida para la mayoría de foráneos y sevillanos. Se trata de la capilla de San Onofre. Es en esta capilla donde sucede la leyenda de la Misa de las Ánimas, el 2 de noviembre de 1600. ¿Conoce usted esta capilla?. ¿Dónde se encuentra?.

Esta pequeña capilla, excelente ejemplar de la arquitectura barroca, constituye junto con el Arquillo del ayuntamiento el único resto actual del ya desaparecido convento de San Francisco, derribado en el siglo XIX, edificio que por ser el mayor de los conventos franciscanos de toda España se llamó "la Casa Grande de San Francisco". Su fachada pasa desapercibida embutida entra las otras fachadas de los edificios que conforman la Plaza Nueva. Se la localiza contigua al vistoso edificio de Telefónica. Desde el 20 de noviembre de 2005 se realiza en la capilla la Adoración Eucarística Perpetua, las veinticuatro horas del día.

Cuenta la leyenda que un caballero, Juan de Torres, quiso enmendar su vida de disipación y pecado y entró de lego en el convento de San Francisco.

La noche del 2 de noviembre de 1600, conmemoración de los Fieles Difuntos, se retiró a meditar el lego a la capilla. Estando allí vio cómo un fraile de su misma orden pasaba a la sacristía, saliendo al rato revestido de alba y casulla como para oficiar misa. Pero, después de depositar el cáliz ante el altar, mirar hacia los bancos, y suspirar, recogió el cáliz y, sin haber dicho misa, se retiró.

Como Juan de Torres vio extraño este comportamiento, a la cuarta noche que ocurrió se ofreció a ayudar a la misa al fraile. Cuando terminó la misa, el fraile se volvió hacia el lego y le dijo:

-"Gracias, hermano, por el gran favor que habéis hecho a mi alma. Yo soy un fraile de este mismo convento, que por negligencia dejó de oficiar una misa de difuntos que me habían encargado, y habiéndome muerto sin cumplir aquella obligación, Dios me había condenado a permanecer en el purgatorio hasta que satisfaciera mi deuda. Pero nadie hasta ahora me ha querido ayudar a decir la misa, aunque he estado viniendo a intentar decirla, durante todos los días de noviembre, cada año, por espacio de más de un siglo".

Y tras estas palabras el fraile desapareció para siempre.

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