martes, 1 de abril de 2014

SEVILLA EN ... EL PREGÓN DE LA SEMANA SANTA (1 de abril)



Y terminado el recorrido de nuestro sentimental itinerario, volvemos de regreso hacia el rincón íntimo del hogar, y otra vez por fortuna, volveremos a encontrarnos frente a frente, con esta Sevilla familiar, reducida, limitada y aparentemente detenida. 

Con  esta bendita Sevilla, Mariana  por excelencia,  que sabe transformarse  al  filo luminoso de  cada Salve,  o al borde blanco y dulce de cada  Ave María.   Con esta Sevilla, aparte en concepto y en idea.

Con esta Sevilla donde se puede ver bailar -como un símbolo- ante Dios mismo, bajo la impresionante majestuosidad de las bóvedas catedralicias; donde vamos a nuestro Cristo, como a Supremo Abogado de todas nuestras necesidades y a nuestra Virgen, como a Refugio único de todas nuestras tribulaciones. Con esta Sevilla universal, que supo levantar un día su Giralda hacia el cielo. Otro, su torre del Oro hacia el mar. Otro, su Parque de María Luisa para deleite de la tierra. Otro, su Archivo de Indias para goce de su aire, y otro, su Alcázar para recreo de su luz y de su sombra. Y creó también, como compendio de perfección y perfección de perfecciones, el "paso" de palio, para trono de María.

Y para llevar en triunfo sobre ese "paso" a la Madre de Dios, Sevilla cuenta con manos maestras, que saben hacerlo encanto por sentido del prioste, filigrana por sueño del orfebre, y florido vergel, por obra del florero.

Y tiene y cuenta también, con la voz y el esfuerzo de sus capataces y "costaleros" que son como los geniales taumaturgos de nuestro gran milagro procesional, y como los poemas de arte mayor de esa antología pasional y única de Sevilla, porque saben hacer soplo, ritmo y arabesco del tiempo y del espacio, con ese secreto del milímetro estético, que le metió en el alma y en el corazón, la luz y el aire de Sevilla, convirtiéndolos así, en ingenieros del primor y en arquitectos de la gracia.

Y voy a terminar: Ya sé que todo lo expuesto, sólo serán reflejos más o menos acertados de la auténtica realidad que constituye la Semana Santa sevillana; ya sé que la Semana Santa de Sevilla, no es ni esto ni aquello otro concreto y determinado, por caer siempre dentro del área de lo indefinible; ya sé que nuestra Semana Santa es una especie de consorcio de lo humano con lo divino; del dolor con la alegría; del amor con el sueño; de la vida con la Muerte y que sólo puede comprenderse cuando pasada ésta, sorprendemos un cofrade solitario ante el paso de su Cristo o de su Virgen, en mudo diálogo, donde siempre sobra la palabra. Sabiendo traducir el valor de su gesto, su mirada y su lágrima. Contemplando la espalda desnuda de un "costalero" anónimo, o el hombro y los pies de un penitente que caminó varias horas bajo el peso de una cruz, o arrastró las pesadas cadenas de su dura penitencia, implorando un favor, o rindiendo tributo de gratitud a una gracia recibida. 

- Pregón de la Semana Santa de Sevilla. 1956.
     Antonio Rodríguez Buzón. 

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