En el convento franciscano de San Buenaventura recibe culto la imagen de candelero de la Inmaculada más popular de esta tipología, llamada "la sevillana". Según la leyenda, en 1649 a petición de la misma Virgen la imagen fue donada por la virtuosa doña María de san Francisco al convento Casa Grande, donde se veneró en un altar del presbiterio, pasando a ocupar en 1718 un camarín central del altar mayor.
González de León nos refiere que su apelativo popular se debe a que, tras ser la imagen víctima del robo de sus alhajas, la gente decía que Ella lo consintió "pues al ser tan sevillana, no hace aprecio de sus riquezas".
Fue pródiga su presencia devocional en los siglos XVII y XVIII, íntimamente relacionada con la lucha de la familia franciscana por la definición del Dogma hasta que, en 1843, al ser derribado el Convento Casa Grande de San Francisco, la Virgen pasó a la iglesia parroquial de San Andrés, de allí a la residencia de los marqueses de Casa Ulloa, presidiendo finalmente desde 1890 el altar mayor del convento de San Buenaventura.
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